Herman Melville escribió en Moby Dick: “No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca”, lo que es perfectamente aplicable a determinadas realidades territoriales que se ven marginadas por una imposibilidad material de formar parte de esa lógica general. Esos mapas en los que sólo se ven puntos marcados, porque asuntos como la tecnología, servicios de proximidad, las comunicaciones, se han convertido en asuntos problemáticos. Ejemplo de ello es el hecho de que una ciudad catalana, con elevada población estacional, haya tenido que optar por la contratación de seguridad privada para combatir el “top manta” debido al recorte de efectivos  en las Fuerzas de Seguridad del Estado. Sin embargo, esto no se implementa de manera generalizada en zonas rurales pese al aumento de robos agrícolas y ganaderos (uno cada hora y cuarto) y eso sin contar los hurtos. Otro ejemplo es la decisión de un pequeño pueblo cántabro de vivir durante un mes sin dinero en efectivo, debido a la misma lógica de fondo que justifica que en los últimos diez años hayan desaparecido casi un 18% de cajeros automáticos, un 28% el número de entidades bancarias y un 39% el número de oficinas, en más de 4.000 municipios (más de 1,2 millones de personas, un 2,7% de la población española) lo que ha provocado que unas pocas administraciones públicas provinciales se hayan visto impelidas a subvencionar cajeros automáticos para evitar la exclusión financiera de núcleos de población.

Estamos aún en pañales para comprender los dañinos efectos de tratar igual lo desigual porque, al centrar toda la inteligencia colectiva en aceptar e incluso estimular la asimetría territorial, no alcanzamos a ver el exagerado y peliagudo impacto de ese tipo de decisiones, no sólo en esos rincones de nuestra geografía donde el despoblamiento es un hecho, sino incluso en cómo afecta a grandes concentraciones urbanas que se ven afectadas por otros problemas no menores.

Imagen cedida por ASEDAS – Pinche para ampliar

En este contexto son más que bienvenidas iniciativas como el acuerdo firmado entre la Diputación Provincial y la Caja Rural de Ahorros de Granada por la que se instalarán cajeros automáticos en 33 municipios para paliar la exclusión financiera de sus ciudadanos. Los dispensadores estarán ubicados en dependencias municipales. Me pregunto cómo de flexible y colaboradora se habrá mostrado la Administración responsable de aplicar las medidas que recoge del Reglamento de Seguridad Privada para autorizar estos dispositivos en los locales municipales de esas ciudades.

También es de destacar la presencia y el servicio de las empresas de supermercados en el medio rural. Según ASEDAS (Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados), la red de supermercados en España puede equipararse en número de establecimientos y extensión a redes como la de los centros educativos (28.000) o de las farmacias (22.000), lo que convierte a la distribución de base alimentaria en uno de los principales ejes vertebradores de la sociedad. Esta red está compuesta por 23.661 puntos de venta que dan cobertura a más de 3.579 municipios en los que habita el 97% de la población, teniendo la inmensa mayoría de la población, al menos, un supermercado a menos de 10 minutos de su hogar o lugar de trabajo.

Más concretamente, en el entorno rural, el que más sufre el fenómeno de la despoblación, compuesto por 2.509 municipios, su población de 6,9 millones de habitantes tiene disponible una red de 6.188 establecimientos, de los que el 99,5% son supermercados o autoservicios. En este ámbito geográfico, se han producido 1.086 aperturas de las que sobreviven 1.041 durante los últimos 5 años. En qué medida la seguridad pública y privada ayudan a estas cadenas a minimizar los riesgos para desempeñar con normalidad su labor social vertebradora y una vez más paliar la exclusión de estas zonas geográficas.

Como la verdad es un territorio que dominan los poetas para este asunto de la España vacía condicionada por una determinada visión arropada por los avances tecnológicos, esa de la que nos desprendemos gracias a ese extraño arte de ordenar para hacer desaparecer, nada más oportuno que recordar aquello que decía en uno de sus versos Ángel González, te llaman porvenir porque no vienes nunca

Antonio Villaseca

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