En mayo de 2017, la edición impresa de la revista especializada “The Economist” afirmó que el recurso más valioso a nivel mundial ya no era el petróleo sino los datos. En el best seller “21 lessons for the 21st century”, Yuval Noah Harari se refiere a la información como el activo más importante para el futuro de la economía. ¿La revolución industrial ha dejado paso a una economía dónde Amazon, Google y Facebook han ocupado el lugar de las grandes petroleras (BP, Exxon, Royal Dutch Shell)? Amazon, por ejemplo es uno de los retailers más grandes de los Estados Unidos, con 232.000 millones de dólares en ventas netas durante 2018 (y 101 millones de suscriptores en Amazon Prime). No es de nuestro interés resolver la pregunta anterior pero una cosa está clara: la era de la información, con los ordenadores e Internet dominando prácticamente todo en nuestras vidas, ya está aquí.

Al igual que en la era industrial, la promesa es que la tecnología conllevará a un incremento en nuestra calidad de vida y resolverá muchos de los problemas a los que nos tenemos que enfrentar – desde la lucha contra la pobreza, a mejorar la seguridad y reforzar el cumplimiento de las leyes – además de traer nuevas posibilidades de estudios académicos y oportunidades de negocios. Esto también ha tenido un significante impacto económico. Por ejemplo, el valor de los datos en la UE durante 2016 alcanzó los 300 billones de euros y se prevé que alcance los 739 billones de euros en 2020 . De acuerdo con  McKinsey, los datos pueden, a nivel global, añadir valor por $3- $5 billones por año  en 7 sectores. Sólo en educación, los datos pueden suponer un valor de entre $890.000 millones y $1,1 billones por año.

Los datos ofrece muchas ventajas. En salud, dispositivos como Fitbit, Jawbone y Samsung Gear Fit podrían ser usados para obtener diagnósticos más precisos. En el futuro, la información que estos dispositivos almacenen (desde el progreso en un entrenamiento a las pulsaciones por minuto cuando corremos cuesta arriba) podrán ser compartidas con nuestros médicos, los cuales, en base una gran base de datos, podrán pre-escribirnos un estilo de vida más saludable o una medicación a medida. El mapeo de crisis es también un área donde los datos pueden aportar grandes beneficios. Usahidi, una herramienta de recogida de datos, está ayudando a identificar crisis y preparar respuestas en tiempo real  – desde ayuda a las persona a la navegación, a dar seguridad durante situaciones de agitación como la que se produjo durante las elecciones en Kenia en 2008 o rescatar gente de un terremoto como el que se produjo en Haiti. Finalmente, el big data también se puede usar para evitar el tráfico o fijar largas rutas. En China, la compañía Didi usó los datos de sus conductores para potenciar los semáforos inteligentes. Esto dio como resultado reducir el tráfico de coches durante las horas punta en casi un 11%.

Sin embargo, existe un lado oscuro. Como ya hemos mencionado anteriormente en este blog, en 2018 Cambridge Analytica, una compañía internacional de análisis de datos, filtró los datos de alrededor de 50 millones de perfiles de Facebook de manera ilegal. Esto se usó para fines políticos, donde se tomó ventaja de la información personal (como la edad, el sexo y las preferencias políticas) para influir en la elección de voto durante las elecciones presidenciales a los Estados Unidos en 2016 Lo que es aún más preocupante es la gran cantidad de información disponible para su manipulación. La empresa desarrolló una encuesta y, si los usuarios no ajustaban su configuración de privacidad en Facebook, la aplicación no solo capturaba las respuestas de la encuesta, sino que también reunía la mayor cantidad de datos posible de cada cuenta.

Los datos están en todas partes y provienen de diferentes fuentes, incluyendo los medios de comunicación, las redes sociales, los almacenamientos en la nube, las páginas web públicas, las bases de datos y el Internet de las Cosas (cerca de 30 billones de dispositivos alrededor del mundo están en activo en estos momentos). Hoy en día, a pesar de que nunca nos hayamos logueado en una red social, cada vez que realizamos una consulta en un buscador o pinchamos en un anuncio se están generando datos. Además, en un futuro no tan lejano, los sensores de nuestro coche y nuestros cuerpos darán información sobre el tráfico, nuestro comportamiento, nuestra salud e incluso nuestro humos. De hecho, durante los último dos años más del 90% de la información generada en Internet provenía de los humanos. Nuestra huella digital crece día a día.

Esto puede tener muchas aplicaciones positivas en nuestras vidas particulares y sociales. El Big Data puede ayudarnos a poder disponer de despertadores inteligentes que mejore nuestros patrones de sueño y también puede incluso predecir la extensión del virus del ébola en África y así ayudarnos a establecer prohibiciones de viajes y centros de tratamiento. El reto es que estos datos masivos estén disponibles sin necesidad de nuestra autorización y no necesariamente para nuestro beneficio. Nuestra privacidad online están en constante amenaza, tanto por el uso de teléfonos, relojes y coches inteligentes. De hecho, los dispositivos modernos pueden incluso escuchar lo que la gente está diciendo dentro de sus habitaciones. China, por ejemplo, ha llevado la violación de los datos personales a un nuevo nivel. Ha establecido un nuevo sistema de crédito social por el cual se monitorizará y clasificará a los ciudadanos en base a su comportamiento para 2020. Con el Sistema de distopía digital se monitorizarán nuestros hábitos, privados y públicos, y se decidirá si adecuan a que podamos viajar en tren, entrar en una determinada escuela o conseguir un trabajo.

¿Cómo se puede prevenir otro suceso como el de Cambridge Analytica o un “Black Mirror Chino”? la privacidad de los datos es la solución. Primero de todo, los gobiernos necesitan proponerse y promulgar fuertes leyes para asegurar la privacidad de los datos. La Unión Europea ya ha conseguido algunos avances con la LOPD que regula los datos privados que pueden usar las empresas e implementa fuertes consentimientos y procedimientos específicos para la divulgación de los mismos. Las leyes deberían endurecer los accesos de las empresas a la información privada. Además, deben de ser consistentes con instrumentos tales como los Principios de Derechos Civiles para la época del Big Data.

Pero ¿qué pasa con las empresas? ¿qué pueden hacer las compañías privadas para proteger su información, así como la de sus clientes? Primero, las empresas deberían ser altamente competentes  gestionando sus servicios en la nube. Debido a que muchas empresas confían en la nube para el almacenamiento y el análisis de la información, un primer paso sería requerir controles específicos para la privacidad de los datos. Esto podría ser reforzado por servicios de monitorización y auditoría. Una segunda estrategia consistiría en permitir una revisión por parte de los consumidores. Las empresas deberían establecer procesos mediante los cuales los consumidores pudieran acceder a la información, revisarla y corregirla. Un tercer elemento estaría relacionado con la protección de los datos en sí misma. Las empresas deberían incorporar una estrategia de protección multicapa que tuviera en cuenta tanto las amenazas internas como las externas para prevenir los accesos sin autorización a los datos. Además se debería reforzar con sistemas de encriptado de autentificación. Finalmente, las empresas (y los usuarios) deberían pensárselo dos veces cuando una página web les pregunta si pueden almacenar (y básicamente analizar) sus datos. Algunas veces los beneficios de tener acceso a una determinada información no compensan los riesgos de que tus datos personales pasen a pertenecer a empresas que no son de confianza.

Miguel Ángel Lara Otaola