A mediados del año 2000 George Orwell se puso de moda cuando una cadena de televisión emitió por primera vez el programa “Gran Hermano”, fue entonces cuando muchos oímos hablar por primera vez de su personaje Big Brother, en el que se basaba tan popular programa, ese ser omnipresente que todo lo controla pero que nadie sabe quién es. Diecinueve años después creador y personaje vuelven a estar de moda, pero si en aquella ocasión servían de referente para una “telerrealidad” que afectaba a unos pocos voluntarios, ahora lo son para una realidad que nos afecta a todos (voluntariamente aceptada o no) y que, a razón de las noticias publicadas en prensa recientemente, parece imparable.

Cuando hace ya unos cuantos años estrenaron la película “El show de Truman” seguramente no llegamos a empatizar del todo con el personaje cuando con tanta angustia intentaba escapar de una pseudorealidad controlada y vigilada 24 horas al día. Ese estado de vigilancia permanente lo veíamos atroz e inhumano. ¿Cómo se va a tener a las personas constantemente vigiladas? ¡¡Eso va contra los derechos humanos!! Sería imposible vivir así…Pero con la llegada de la revolución tecnológica llegó también el cambio de paradigma. Siguiendo con mis ejemplos televisivos, es probable que los capítulos de la serie “Black Mirror” nos hayan provocado malestar, si bien estoy casi segura de que el mismo no ha sido producido por las situaciones planteadas, sino más bien por preguntarnos a nosotros mismos cómo haríamos para salir victoriosos de las mismas. Y es que ahora, no sólo empatizamos con el personaje, sino que lo que antes nos podía parecer atroz ahora nos parece que puede estar a la vuelta de la esquina.

¿Se imaginaría Orwell que su personaje Big Brother sería real y llegaría a vigilarse indiscriminadamente a los ciudadanos en pro de su seguridad? No sé yo si Orwell fue un visionario. De lo que estoy casi segura es que muchos de nosotros no imaginábamos que todo esto podría llegar tan lejos.

Hace poco publicábamos en nuestro blog una noticia de Eldiario.es sobre la ley de ciberseguridad aprobada por el gobierno chino. En esta ley se aprueba el uso de la videovigilancia, el reconocimiento facial y el crédito social para la creación de un espacio hipervigilado para salvaguardar la seguridad nacional.  Como dirían algunos: “si éramos pocos…”. Ya no basta con tener cámaras por todos los lados, ahora resulta que en China se están pensando implantar un sistema por el que, en función de tus acciones, ganas o pierdes puntos y en base a ello vas a poder acceder a una determinada escuela, universidad o puesto de trabajo, conseguir un crédito, subir al transporte público o realizar tu compra diaria. Cómo van a hacer esto aún no se sabe, pero si le echamos un vistazo al capítulo Nosedive de “Black Mirror” (juro que Netflix no me paga por publicidad, es que viene que ni pintado) igual podemos hacernos una idea aproximada. ¿Os imagináis tener que hacerle todos los días una foto a nuestras 5 comidas establecidas por la OMS para luego enviárselas a nuestra compañía médica junto con los datos de nuestra pulsera de actividad para que vean que llevamos una vida “healthy” y así no nos suban la prima el año siguiente? Parece exagerado, pero dado el cariz que están tomando las cosas a mí no me sorprendería que fuese así.

Tampoco me sorprendería el hecho de que, una vez que se apruebe este sistema de recompensa/castigo por puntos en China, lo tengamos implantado aquí antes de que nos demos cuenta. Si en el “lejano oriente” los sistemas de reconocimiento facial hace ya tiempo que se pusieron en marcha y se expanden a toda velocidad, en España recientemente Aena aprobaba en el aeropuerto de Menorca el primer sistema de reconocimiento facial en nuestro país.  Ahora si quieres coger un avión tienes que ceder tu imagen o te quedas en tierra. Una máquina va a ser la encargada de decir si pasas a la siguiente fase previa a subir al avión. Se supone que el fin es agilizar el reconocimiento de pasajeros. Lo que antes se hacía mediante el pasaporte ahora “se hace por la cara”.

Esto no es algo es algo que nos deba alarmar demasiado. Si habéis viajado a Estados Unidos, vuestra cara y huellas dactilares están almacenadas en sus bases de datos sin haber dado ningún consentimiento expreso para ello. Simplemente, o cedes o te vuelves. Quizá lo que sí es más preocupante es cómo se controlarán todos estos datos para que no haya filtraciones ¿estamos realmente preparados? Cuestionarse si es ético o no, no tiene mucho sentido puesto que esto ya está puesto en marcha sin preguntarnos, pero la preocupación por el tratamiento y protección de esos datos no admite discusión. Si además tenemos en cuenta esta otra noticia publicada recientemente por el diario Voz Populi, la cosa se vuelve aún más seria: El Gobierno diseña un “Gran Hermano” con los datos de los ciudadanos .

Parece que cada vez nuestros datos personales van a estar en más y más sitios a la vez. Aquí vuelve a salir a la palestra ese ser omnipresente ideado por Orwell. ¿Quién va a ser ese “Gran Hermano” y qué va a hacer con mis datos? ¿Quiénes van a tener acceso? Si los pagos mediante datos biométricos ya están en marcha, no sería descabellado pensar que los comercios tuvieran acceso a eso datos almacenados. A la vez que pagas tu compra semanal se comprueba si tu cara o huella dactilar se corresponde con la de un terrorista que están buscando… igual estoy dejando volar demasiado mi imaginación, pero se están haciendo tantas cosas en nombre de la seguridad que ahora mismo cuesta discernir lo que es ético de lo que no lo es y dónde están los límites de todo esto y a raíz de la noticia publicada recientemente en Foodretail (sobre una forma pionera de evitar los robos en el supermercado) cada vez parece más difícil ponerle puertas al campo.

El que dijo que “los datos son el petróleo del futuro” se quedó corto. Los datos para muchos tienen un valor incalculable. Acceder a ellos ya no es sólo una cuestión de seguridad nacional e internacional. Ya se ha comprobado que pueden ayudar en un proceso electoral o incrementar los beneficios al poder conocer el comportamiento de los compradores y anticiparse a sus necesidades.

Confiemos en que todo esto salga bien y su fin sea para una buena causa. Confiemos en que nuestros datos irán a parar en buenas manos. Manos que los sepan gestionar, pero no para beneficio propio. Confiemos en que errores, como el que recientemente se ha producido y ha hecho que nuestras imágenes se hayan publicado en abierto en una web rusa, sirvan para aprender que un sistema de seguridad sin su propia seguridad no sirve para nada y las consecuencias pueden ser fatales. Confiar es lo que nos queda, porque pretender no estar bajo el dominio de ese “Gran Hermano” es completamente imposible.

Ay Orwell, quién te iba a decir que serías todo un “influencer” en pleno siglo XXI.

Elena Rojo