Después de leer esta noticia no puedo resistirme a compartir mis dudas y miedos con vosotros por si alguien me pudiera dejar más tranquila. Una vez más la noticia no deja claras muchas cosas y la imaginación del lector puede llegar hasta donde quiera, pero el refrán “piensa mal y acertarás” me viene hoy a la cabeza más que nunca.

Todos conocemos Shazam. Escuchas una canción, te gusta y quieres saber cuál es, coges tu smartphone, pinchas en la aplicación y pocos segundos te muestra en la pantalla el título, el artista, el álbum, su enlace a YouTube…toda la información necesaria para que no te quede una sola duda y no tengas que tomarte la molestia de preguntar a alguien por esta información, como hacíamos cuando los Smartphones no nos salvaban la vida a diario. Ahora resulta que Amazon quiere hacer lo mismo con la moda.

Los medios están suavizando esta noticia explicando que se trata de una aplicación que nos ayudará a resolver nuestras dudas sobre dónde se vende la ropa que vemos en películas, revistas, a un presentador de televisión…ya, ¿y nada más? eso no hay quien se lo crea.  A todos nos ha pasado tener enfrente a alguien con una prenda que llama nuestra atención y nos encantaría preguntarle donde se la ha comprado, pero nuestra timidez/vergüenza entra en juego. Ahora, gracias a Amazon, la timidez la tenemos que cambiar por el arrojo. Tan simple como que quien no quiere la cosa haces que miras el móvil, y zas le haces una foto al dueño de la prenda sin su permiso y ¡Bingo! Ya tienes la información a costa de que otro dato personal más haya sido robado. ¿Habrá tenido esto en cuenta Amazon? ¿la cámara se bloquea cuando en realidad estamos haciendo una foto a alguien de carne y hueso y no al papel cuché? Piensa mal y acertarás…una vez más.

Nos estamos maravillando de todo lo que puede hacer por nosotros la Inteligencia Artificial. Nos quedamos perplejos de cómo se puede conseguir todo esto, de los cerebros que está detrás, de a lo que puede llegar el ser humano. Pero, ¿nos hemos parado a pensar que el “objeto de deseo” podemos ser nosotros mismos o lo que es peor, nuestros hijos, y sólo porque alguien se ha encaprichado de algo que llevamos puesto encima? ¿Hemos sopesado el peligro que supone? ¿De verdad es necesario que nuestros hábitos consumistas nos lleven a robar y dejar que nos roben nuestra imagen? En mi opinión creo que va siendo necesario que alguien le diera una vuelta a todo esto.

Como bien dice un buen amigo del foro Potluck, experto en nuevas tecnologías, el mercadeo de datos a través de servicios innovadores ofrecidos a millones de usuario no tiene parangón como así lo demuestran lo siguientes links a noticias que pongo a vuestra disposición:

¿Tú también, Apple? Así se filtran los datos de tu iPhone

Así subasta Google tus datos online

Nos quedaríamos sorprendidos si leyésemos los contratos que hemos firmado al comprar nuestro terminal móvil o cuando hemos actualizado el software del mismo. Realmente no tenemos ni idea de los datos que nos han captado, a quién se los han enviado y mucho menos qué es lo que están haciendo con ellos.

Resulta paradójico que la Comisión Europea trabaje duro en el lanzamiento de nuevas regulaciones sobre el fenómeno “dron” (en breve nuestro próximo pedido de Amazon podría ser entregado con estos aparatitos), todas ellas relacionadas con la parte operativa,  pero nadie se haya parado a pensar (y muchos menos a regular) si estos artilugios van a querer captar imágenes en sus operaciones que posteriormente se utilizarían para otros fines comerciales y que, por supuesto, se harán sin permiso expreso de nadie porque existe un vacío legal que así lo permite.

Me gustaría que alguien me explicase por qué la protección de nuestros datos siempre va dos pasos (por no decir doscientos) por detrás de las nuevas tecnologías.

Elena Rojo