El pasado miércoles 5 de Junio, la Comisión Europea avisó formalmente a Italia en relación a su excesiva deuda pública y a su déficit de presupuesto. En una conferencia de prensa, Valdis Dombrovkis, vicepresidente de la comisión Europea, instó a Italia a reconsiderara su trayectoria fiscal para garantizar su estabilidad financiera y recuperar el crecimiento. Estas señales son el principio de un procedimiento disciplinario el cual – si es aprobado por los ministros de la zona Euro- podría dar como resultado una multa de más de 3 billones de euros. ¿Podrá Italia hacer frente a esta sanción? Y aún más importante, ¿la deuda y el déficit de Italia – junto con el rechazo de Bruselas de su gobierno y sus políticas – llevará al país a una crisis, o incluso peor, a la Eurozona? ¿Qué va a pasar a continuación y qué riesgos están asociados a esto?

El procedimiento de déficit excesivo de Europa (con sus siglas en inglés EDP) son unas medidas adoptadas por la Comisión Europea en contra de cualquier miembro de la Unión Europea que exceda el déficit presupuestario impuesto por el pacto legislativo para el crecimiento y estabilidad de la misma. En él se establecen dos criterios para determinar las sanciones disciplinarias. En el primero, los países deben de tener una deuda pública inferior al 60% de su PBI y en el segundo, su déficit presupuestario no debe de exceder el 3% de su PBI. Los Estados Miembros reportan sus datos económicos a la Comisión la cual debe determinar si hay espacio para un procedimiento. Después de esto (como se hizo el 5 de junio) el Comité Económico y Financiero de la Unión Europea emite una serie de recomendaciones y los Ministros de Economía de los Estados Miembros deciden sobre procedimientos disciplinarios. Es entonces cuando se puede emitir un completo cronograma con los pasos necesarios que se deben de dar. Hasta entonces, Italia aún tiene tiempo para maniobrar.

Sin embargo, la perspectivas económicas no son demasiado optimistas para Italia. En primer lugar, su actuación económica en la última década ha sido muy pesimista, marcada por una crisis económica y tres recesiones. De hecho, y aunque fue de manera breve, Italia cayó en una recesión a finales de 2018, con dos trimestres consecutivos de descenso económico. El país consiguió salir de esta situación, pero sólo con un escaso crecimiento del 0.2% durante el primer trimestre de 2019. Además, Italia se ha convertido en el único país de la Eurozona donde la renta per cápita ha descendido desde su introducción al Euro. En este contexto, Italia está luchando para mantenerse estable dentro de los criterios de la Unión Europea. El año pasado, la deuda italiana creció hasta un alarmante 132.2% de su PBI (aumentando por tanto el 131.4% conseguido en 2017) siendo el mayor ratio de la Unión Europea después de retirarse Grecia y representando un 23.2% del total de la deuda de la Eurozona! Es por ello que la previsión sitúe su déficit presupuestario entorno al 2.5% de su PBI al final de 2019 y del 3.5% en 2020 (esto supondría que Italia por primera vez traspasaría los límites de la Unión Europea desde 2011). Con estas cifras no se cumplirían ningunos de los criterios de estabilidad de la Unión Europea.

Con este trasfondo, ¿qué puede hacer Italia? Existen dos caminos. En el primero, Italia podría hacer frente a su situación macro económica actual y estimular su economía para recuperar el crecimiento y mejorar sus niveles de empleo. Esto se podría hacer mediante políticas de expansión fiscal. Sin embargo, esto podría incrementar las preocupaciones de Bruselas y de la Comisión Europea sobre que la economía de Italia continúe siendo contraria al pacto de estabilidad de la comisión y aumentando su déficit aún más. Esto también haría que los rendimientos de los bonos y las tasas de interés aumenten dañando la economía y afectando su capacidad para pagar la deuda. La segunda opción supondría que Italia hiciese frente a las preocupaciones de la Unión Europea a través de un presupuesto austero que le llevase a tener una menor deuda y menores déficit fiscales. Sin embargo, esto reduciría la economía del país y le llevaría de nuevo a una recesión y también reduciría la capacidad del país para pagar su deuda.

Ambas opciones son complicadas y ofrecen respuestas nada sencillas. Sin embargo, desde que asumió el poder, el gobierno de Italia ha dado señales claras y ha diseñado opciones para avanzar con su plan de expansión. El primer ministro en funciones Mateo Salvini aboga por el incremento del déficit presupuestario y estimulación económica mediante el gasto y las exenciones tributarias. Concretamente, Salvini pretende introducir un impuesto a la renta fijo del 15% y ha introducido una reducción en la edad de jubilación y un programa de apoyo a los ingresos (todos los cuales se espera que tengan altos costes … la deducción fiscal por sí sola ascendería a 30.000 millones de euros o el 1,5% del PIB de Italia). Por otro lado, Luige di Magio – jefe del Movimiento Five Star y el viceprimer ministro y ministro de Desarrollo Económico, culpó de la recesión de Italia a las normas presupuestarias de Europa y abogó por que se relajen para que Italia pueda estimular su economía.

Si los criterios de estabilidad se siguen estrictamente llevaría a sanciones por parte de la Unión Europea (de hecho, la llamada de atención de la Comisión Europea a Italia sobre reconsiderar sus decisiones financieras es una consecuencia de ello). Sin embargo, existen dos factores principales que contribuirían a que Italia no fuese sancionada.  El primero remarca lo importante que es la economía italiana para la Unión Europea, y también de manera global. Italia es la tercera mayor economía europea y la octava del mundo. Más importante aún, la deuda pública de Italia asciende a $ 2.7 billones de dólares. Esto es casi el tamaño de toda la economía del Reino Unido por lo tanto tendría consecuencias globales. Muy simple, Italia no es Grecia: es demasiado grande para caer y Europa está interesada en evitar una crisis. En segundo lugar, la política, y no la economía, podría darle a Italia la oportunidad de mejorar su situación financiera y económica y escapar del EDP y de una gran multa. El actual gobierno italiano está formado por dos partidos “euroescépticos” por lo tanto la Unión Europea debe de ser cuidadosa antes de sancionar para no crear aún más euroescepticismo en el país.

Una crisis tendría serias consecuencias para la economía global por lo que todas las partes deben de poner medidas para prevenirla. Por lo tanto, una solución intermedia – una mezcla de limitaciones fiscales y algunas políticas de expansión – debería ser el precio a pagar tanto para Italia como para la Comisión Europea con el fin de seguir adelante. Todos los caminos – e incluso el futuro de la Unión Europea – conducen a Roma.

Miguel Ángel Lara Otaola