Durante 2019 pudimos ver con claridad cómo el cambio climático es una dura realidad con cada vez mayor impacto. Esto no sólo se revela por la prioridad que ha obtenido el tema en la agenda pública, la celebración de la Cumbre del Clima ‘COP25’ en Madrid y gracias a personajes como Greta Thunberg, sino por las devastadoras consecuencias que ha tenido este fenómeno durante el año. Entre otras cosas presenciamos una ola de calor en Groenlandia, huracanes cada vez más violentos (desde Dorian en las Bahamas hasta el Súper Tifón Kammuri en las Filipinas) e incendios de tamaño y fuerza sin precedentes en el Amazonas, Siberia y más recientemente en Nueva Gales del Sur y Queensland, Australia. El Polo Norte experimentará veranos sin hielo a partir del cercano 2030.
El cambio climático se acelera y esto naturalmente tiene consecuencias. Entre éstas se destacan mayor pobreza y desigualdad, y menor crecimiento económico y bienestar humano. En términos generales, el Índice de Resiliencia al Cambio Climático de la publicación inglesa ‘The Economist’ destaca que la economía global será un 3% más pequeña para el año 2050, únicamente debido a los efectos del cambio climático como el aumento en los niveles del mar y climas severos. De esta contracción, el índice destaca que serán las regiones y naciones pobres las que más sufrirán con los cambios. Mientras América del Norte y Europa apenas perderán entre 1.1 y 1.7% de su Producto Interno Bruto, África lo verá disminuido en 4.7%. Angola, por ejemplo, por si sola perderá hasta 6.1% de su PIB ante los cambios anticipados.
Existirán consecuencias en distintos ámbitos naturales y humanos. Nuestras ciudades serán más calientes. De acuerdo con el Crowther Lab, una mayoría de ciudades aumentará su temperatura significativamente para 2050. Ciudades como Baku y Belgrado aumentarán hasta 3.5 grados su temperatura. Y aunque suena atractivo que Londres será como Barcelona esto viene aparejado de sequía e impacto en los cultivos. Nuestra agricultura sufrirá. De acuerdo con el International Food Policy Research Institute, se reducirá la productividad de la agricultura, y aumentarán los precios de cultivos importantes como el arroz, el maíz y el trigo (habrá un aumento adicional en el trigo del 94 al 111%). También aumentarán los precios del ganado y disminuirá el consumo de calorías promedio per cápita (incluso a niveles anteriores al 2000). Nuestros mares también se afectarán. Debido al aumento en la temperatura, subirán sus niveles (aproximadamente de 40 a 80 cm en los próximos 70 años) debilitando infraestructuras y forzando a cientos de millones de habitantes en ciudades costeras a dejar sus hogares.
Tendremos que adaptarnos. El Centro Global de Adaptación y el Instituto de Recursos Mundiales recientemente publicaron el informe ‘Adapt Now’ (Adaptarse Ahora) que hace un llamado y proporciona recomendaciones para la adaptación al cambio climático. El informe destaca la urgencia del reto que se presenta y resalta que su solución descansa en tres imperativos: El imperativo humano, ya que el cambio climático exacerba las inequidades existentes al aumentar la brecha entre ricos y pobres, además de tener un impacto desproporcionado en mujeres y niñas; el imperativo ambiental, ya que la naturaleza es la primera línea de defensa de la humanidad en contra de inundaciones, sequías, olas de calor y huracanes; y el imperativo económico, ya que adaptarnos también trae beneficios (o en realidad, menores costos) económicos.
¿Y qué debemos de hacer para adaptarnos? El informe recomienda que invertir US $1.8 trillones en cinco áreas clave entre el 2020 y el 2030 podría no sólo mitigar los efectos económicos y sociales del cambio climático, sino también generar US$ 7.1 trillones en beneficios netos totales. Estás cinco áreas clave son: sistemas de alerta temprana; infraestructura resistente al cambio climático; mejoramiento de la agricultura de tierras áridas; protección de manglares; e inversiones en mejorar la gestión de recursos hídricos.
A partir de ello, el informe recomienda intervenciones específicas en distintos sectores. Primero, apoyar a agricultores pequeños en productividad y gestión de riesgos, enfocarse en los más vulnerables, como mujeres agricultoras, y adoptar medidas de conservación de tierras y aguas. Segundo, ayudar a la madre naturaleza. Cuidar la biodiversidad, evitar la deforestación y proteger y fortalecer ríos, pantanos y lagos es fundamental. Estos cuerpos de agua, por ejemplo, controlan las inundaciones y regulan el clima. Tercero, evitaremos sequías y falta del agua con una mejor gestión del agua caracterizada por un uso más eficiente y una más moderna infraestructura. Cuarto, adaptar las ciudades, considerando el cambio climático en la planeación urbana y mejorando la resiliencia en áreas vulnerables. Distintas ciudades ya construyen mejor vivienda, dan créditos para la adaptación y aumentan zonas verdes. Chicago, por ejemplo, aumentó su superficie de techos verdes, lo que ha reducido en 36% que el agua de tormentas alcance e inunde las calles. Quinto, fortalecer la infraestructura existente y crear nueva, así como actualizar los códigos y especificaciones técnicas de construcción, para que incluyan proyecciones de cambio climático. Sexto, tener planes de acción ante contingencias ambientales como olas de calor, inundaciones e incendios, incrementando los esfuerzos de alerta temprana y reacción inmediata.
Este es el camino a seguir, pero requiere de inversión por parte de distintos sectores: gobierno, empresa privada y sociedad civil. Si bien no es una inversión barata, el no tomar estas medidas puede tener un costo altísimo con consecuencias catastróficas en la población mundial. Por ello, a continuación se muestra la proporción costo/beneficio de implementar medidas de mitigación en dichos ámbitos clave. En los cinco sectores los beneficios superan a los costos, ahora solo falta tomar la decisión.

Miguel Ángel Lara Otaola