Thomas Kuhn define en su libro La estructura de las revoluciones científicas (1962), como un cambio en los supuestos básicos, o paradigmas. En este sentido, creo que la salvaje crisis originada por el COVID-19 originará un gran cambio en los supuestos, en los que el mundo se basaba para su funcionamiento. Ha quedado demostrado que el estado del bienestar del que hemos gozado tiene lagunas que un virus las muestra, de manera inmisericorde. Que la supuesta inversión tecnológica de las empresas y la administración no ha resuelto los problemas planteados por una pandemia, que sí ha sido capaz de casi paralizar la economía de los estados. Aquí hemos comentado, con alguna reticencia, como algunos países han utilizado datos capturados por smartphones para gestionar respuestas a la pandemia y comprender su propagación, sin embargo, creo que debemos dar un paso más en el desarrollo e implementación de tecnologías que permitan avanzar y cubrir lagunas que esta crisis nos ha señalado con toda su crudeza. La inteligencia artificial para la realización de tareas básicas, pero imprescindibles, una potente red que permita una conectividad abierta y no dependiente de intereses particulares de internet y de unos pocos operadores, debería ser una de las opciones.